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La disciplina de vivir

Durante toda mi vida, las actividades extracurriculares han formado parte importante de ella. Siempre aprendiendo una cosa u otra, compitiendo en algún deporte, cambiando de gimnasio por "comodidad". Luego de varios años y bastantes deserciones, mi mamá decidió que no participaría en más actividades extras además de las que me ofrecía el colegio; ésto porque se volvió muy poco práctico, y además no sabíamos cuánto tiempo duraría en la "nueva aventura". En verdad lo entendía, pero había tantas cosas que quería intentar, y la curiosidad me mataba. De todas las cosas que hice a lo largo de mi desarrollo, la que más y siempre amé fue gimnasia, justamente la primera disciplina que probé (y la primera que dejé, obviamente). Pasaron muchos años antes de que yo decidiera volver a la gimnasia y, para cuando estaba completamente segura, ya era demasiado grande para tener un futuro prometedor, porque significaba empezar desde cero, y eso no sería nada fácil. Toda la prepa estuve luchando con mi impulso interno de querer volver a gimnasia y, también, mi desilusión (también interna) por saber que ya era muy tarde para mí. En busca de alguna experiencia en la que pudiera practicar gimnasia y volver a mi vieja costumbre de tener una actividad fuera de la escuela encontré porras. Un deporte fantástico que se conforma de una combinación de baile, acrobacia, saltos y gimnasia. Es un deporte muy completo y apasionante. Junto con mis estudios universitarios, también inicié mi carrera en este deporte que me da un par de años más para poder practicarlo antes de estar "fuera de edad".

Y aunque al inicio era muy mala, y me daba mucho miedo, además de que no teníamos el equipo adecuado para entrenar como se debe, lograr una habilidad nueva cada día de entrenamiento me emocionaba impresionantemente. Durante un año entero entrené solamente en la escuela, con el equipo y, aunque el avance era lento, estaba siempre dispuesta (todo el mundo lo sabe) incluso llegué a sufrir heridas (me cosieron con 3 puntos la cabeza una vez) por entrenar en concreto y a pesar de eso, nada podía hacer que me arrepintiera de hacerlo. Durante el verano antes de empezar el segundo año de universidad, me uní a un equipo ajeno a la escuela para poder entrenar el deporte mejor y ahí fue donde conocí en verdad el amor y la disciplina que se viven en un deporte. Para mí fue porras, pero para otros puede ser cualquier otra actividad. Durante los ya 4 años que tengo entrenando este deporte, lo único que puedo resaltar más que cualquier otra cosa que he aprendido, es a trasladar la disciplina que tengo en el deporte al resto de las áreas de desarrollo de mi vida, y es así como logro el éxito: sin días de descanso, sin importar la hora o el lugar, sola o con un equipo que me respalde y lo más importante "si cada quien hace su parte como debe, todos ganamos".


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