Enseñando a enseñar
- angiemrtz1
- 17 mar 2020
- 3 Min. de lectura
Ok, no voy a mentir... estos (ya no tan pequeños) chiquitines son los famosos "mis niños" de los que siempre hablo cuando quiero probar un punto mientras hablo de enseñanza. Y aunque, literalmente, crecí con algunos de ellos, hoy los veo como personitas independientes en muchas áreas de su vida y se me llena el corazón de gozo por poder compartir la vida con ellos. En realidad me hacen muy feliz.
Uno de los empleos que he desarrollado desde que tengo 17 años ha sido el de maestra de inglés. Desde muy joven, y por cuestiones que nunca voy a llegar a tener muy claras, inicié mi vida laboral en el ámbito educativo y, desde esa edad fui la "maeta" de al menos dos de los niños que aquí abajo aparecen. Eran tan pequeños que, ahora, nos conocemos muy bien y hemos aprendido a leernos; cuando algo va mal, cuando todo está bien, si hay incomodidad o alguna situación que no favorece a alguno de los niños, ser su maestra me ha permitido conocer algunas partes muy internas y, sin embargo, públicas de todos estos niños. Han construido y compartido su personalidad conmigo y sus compañeros, y ellos (seguramente) ni siquiera se percatan de lo mucho que han cambiado desde la primera vez que los conocí.
A lo largo de los años que llevo trabajando con grupos que (cuando empecé) iban desde los "bebés" de kínder 1, hasta niños de 5° grado de primaria (que son una joya de alumnos). Este grupo de la fotografía es el grupo al que actualmente le enseño inglés todos los sábados y en los últimos meses, decidí que quería ayudar a formar a "mis niños" más allá de sólo una lengua extranjera.
Todo surgió a partir de una plática de "talentos extraños" que cada uno tenía, y fue así como se me ocurrió una idea divertida y que, además, me ayudaría a practicar la habilidad oral en el idioma de los niños, todo esto con el fin de que todos se conocieran un poco mejor: enseñarles a enseñar. Llegué luego de un par de clases con ellos para explicarles que, una vez al mes, uno de ellos sería el "elegido" para ser el maestro durante el día. Este es un incentivo, y no, no me "ahorran" ningún trabajo; a su edad, los niños sólo buscan validación, haciéndolo una actividad regular, se sabe que rotarán y, por lo tanto, a todos les vendrá el día de ser el responsable. Además de validación, los niños aprenden que los premios no son sólo dulces o juguetes, sino que con responsabilidades, como cumplir con las reglas del salón, también les vienen otras más importantes. Y finalmente, y mi meta principal con dicha actividad, era construir más tolerancia y convivencia entre ellos; obviamente existen divisiones, hay un grupo mayoritario que acude a clases al mismo colegio entre semana, a eso se le agrega el hecho de que los niños no se juntan con las niñas, y las niñas son todas de colegios diferentes (por lo que casi no se conocen).
Para mi sorpresa todos en el grupo estaban más que emocionados y de acuerdo con mi propuesta y ya hay 3 niños que dicen tener listo lo que les van a enseñar a los otros.
No llegué con un libro de pedagogía con ellos, no les dije qué "TIENEN QUE" hacer... solamente los dejé elegir un tema y les puse la única regla de que los regaños no se permiten (porque también quiero hacer de esa mi regla permanente como maestra).
Muchas veces los títulos en un texto se nos olvidan, incluso su contenido; pero lo que transmitimos como seres humanos se impregna en ellos sin que nos demos cuenta. Es por esto que me gusta ser maestra, y ser SU maestra me ha hecho aprender mucho más de lo que ellos han aprendido de mí, eso lo puedo asegurar.

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